
Puerto Principe, Haití. Puede que nuestros hijos no conozcan este lugar dentro de unos años, pues, tras el terremoto que asoló la ciudad hace tan solo unos días muchos de los líderes mundiales se plantean si sería conveniente o no reconstruir la ciudad. Mientras tanto miles de haítianos esperan pacientes la ayuda que parece tardar en llegar.
Inocentes, fáciles de engañar, tienen una forma de vida totalmente distinta a la nuestra... y por ello mueren de hambre mientras ven los cádaveres de sus familiares descomponerse en las calles por las que un día caminaron y miran pasar a todos aquellos periódistas que cubren la noticia de sus vidas.
“Yo pienso que la tierra se ha desequilibrado por el peso de la gente, de los coches, de las casas. El temblor también se ha producido por la deforestación y por el cambio climático”.- Estas son las teorías de Raphaere Djossy, un conductor de motos de 42 años que sorprendido tras el terremoto hacía estas increíbles declaraciones.
Sin embargo tanto Raphaere Djssy como uno de los policías de la ciudad afirman que Puerto Principe.- o al menos lo que queda de ella- sigue siendo una ciudad tranquila, sin muchos conflictos a pesar de la caótica situación en la que viven. Dicen, también, que sólo se escuchan disparos cuando la policía intenta ahuyentar a aquellos delincuentes que intentan perturbar la aparente paz reinante en lo que queda de Haití.
UNA CIUDAD LLENA DE ALMAS.En el año 1960 poblaban la ciudad más de 60.000 personas y días antes del terremoto más de cuatro millones de almas dianbulaban por las calles de la ciudad.
Ahora, ya no quedan ni la mitad de esos cuatro millones de personas, sin embargo, aún conservan la esperanza de llegar a vivir en aquella ciudad que llegó a ser la suya, y que ahora parece ser propiedad de la debastación y el sufrimiento.
Además de sus propietarios otra de la habitantes temporales de Puerto Princípe es la AYUDA que viene de todos los rincones del mundo.
Un policía nicaguarense,por ejemplo, declaró hace unos días que los haítianos son gente encantadora y que no ha tenido ni un problema en los días que llevan allí.
Los médicos, bomberos, periodistas... todas aquellas personas que han convertido la capital y a las víctimas del terremoto en su nueva ciudad y vecinos respectivamente coinciden en ello y en la increíble capacidad de superación que han llegado a ver.
MILES DE HISTORIAS QUE CONTAR.Pero al ver que la esperada ayuda tarda en llegar muchas familias comienzan a desesperarse y asaltan los campamentos de los periodistas y demás cooperantes españoles aciñados en el aeropuerto en busca de alguna noticia que contar.
Cabe destacar la historia de muchos niños huerfanos, que antes del terremoto caminaban por las calles de su ciudad en busca de ayuda y deseos de salir del infierno en el que se encontraban en sus casas- utilizados muchos de ellos como esclavos- ahora nadie sabe dónde están. Muchos de ellos invisibles a los demás esperan sentados, desnudos, con hambre y frío.
Muchas historias que contar y un factor común UN TERREMOTO QUE ACABÓ CON SUS VIDAS.
María y Andrea